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“Chapu”, el gran guardián que resguardó el Museo Juan Soriano de Cuernavaca

Chapu, perrito del MMAC Cuernavaca

Los perros se han caracterizado por ser fieles compañeros de vida, aunque no tengan un dueño en especial o un lugar donde habitar, siempre te pagarán con amor todo el cariño que les brindes.

El ejemplo perfecto es Capulín, o “Chapu” para los cuates, un perrito muy noble que llegó a vivir al Museo Morelense de Arte Contemporáneo (MMAC) en Cuernavaca, quien se adueñó no solo del lugar, también del corazón del equipo de trabajo.

Hoy lo siguen extrañando…

“No lo adoptamos, nos adoptó”

Alejandro Alcántara, quien lleva algunos años laborando en el Museo Juan Soriano, como también es conocido, nos contó que Chapu llegó hace más de 6 años, cuando aún estaban construyendo el lugar.

Se dice que el arquitecto encargado de la obra, proveniente de la Ciudad de México, se lo trajo desde cachorro; fue bautizado por los mismos trabajadores como Capulín o Chapulín, ya que era muy juguetón y saltarín.

Sin ningún problema se adaptó a la maquinaria y gran movimiento que representaba la obra, acompañando siempre a los trabajadores; entre todos lo cuidaban y lo alimentaban, mientras el perrito intentaba ayudarlos.

A Chapu le encantó tanto cómo quedó el lugar que decidió adoptarla como su nueva casa.

“Nos convertimos en su familia”

Cuando el museo comenzó a funcionar, Capulín se convirtió en el gran guardián; se puso su gafete y acompañaba todas las noches a los guardias de la seguridad privada a hacer los rondines, cuidando como nunca su nueva casa, protegiendo su territorio.

“Era prácticamente ya parte de la familia, se llevaba con todos, desde los de seguridad hasta con los directivos. Todo mundo lo quería”.

Alejandro nos relata que todos le llevaban algo de comer o “compartían la mesa con él a la hora de los alimentos”.

“Cuando llegó la directora Carolina hasta le llevaban sus croquetas y su camita para que durmiera tranquilo, pero todo el museo era suyo“.

Aunque Chapu también era muy “pata de perro”, aseguran, ya que durante el día se daba sus paseos a los alrededores de Amatitlán, en los andenes del mercado Adolfo López Mateos, en el Centro de Cuernavaca y hasta un poco más lejos.

Era al atardecer, antes de cerrar el museo, que regresaba a su enorme hogar color blanco.

“Conocía el museo mejor que nadie”

La directora del museo, Carolina Dubernard, nos relató que los pocos días que Chapu prefería quedarse en casa, era común verlo echado en la galería al aire libre, la terraza, el jardín o incluso paseando por todos los pisos.

Alejandro asegura que, inclusive, Capulín usaba el elevador acompañado o solo para trasladarse de un nivel a otro.

“Cuando nos tocaba montaje, nos veía el Chapulín y corría con nosotros. Para acceder a las galerías hay que tomar el elevador, y nos acompañaba de arriba para abajo, entonces había ocasiones que no se nos despegaba y lo teníamos que mandar solo en el elevador para que llegara al jardín”.

Los visitantes lo querían también ya que era un perro muy tranquilo que a todos saludaba.

“A Chapu lo queríamos mucho, era parte de mi familia, y aprendimos muchísimas cosas de él”

“Un día ya no salió a recibirme”

Era un día laboral como cualquier otro, en el año 2019, cuando Alejandro llegó al museo y Chapu no salió a recibirlo; los trabajadores creyeron que seguramente estaba en uno de sus paseos por la zona.

Sin embargo llegó el atardecer y con ello la hora de cerrar el edificio… él no regresó. Esperaban encontrarlo al día siguiente, pero tampoco apareció.

Desde entonces hay una parte del museo que se siente sola, sin esas 4 patas que solían recorrer cada rincón del enorme lugar, sin esa colita peluda que se sacudía cuando llegaba un visitante, sin ese gran guardián que con feroces ladridos protegía su territorio por la noche.

“Hay una teoría que dice que, quizá, sufrió un accidente o fue atropellado. Pero yo, la verdad, prefiero pensar que una familia de buen corazón lo recogió y le está dando una buena vida, en sus últimos años que le quedaban”.

Y aunque se ha llorado la partida de Chapu, hay quienes aún tienen la esperanza de volverlo a ver.

Todos en el MMAC lo llevan muy guardado en el corazón, sabiendo que siguen juntos gracias a los increíbles momentos que pasaron desde que aquella increíble obra arquitectónica se comenzó a levantar, obra que le dio un hogar y una bonita familia al memorable Chapu.

Agradecemos a Hugo Juárez, Secretario Técnico de la STyC de Morelos y a Carolina Dubernard, directora del MMAC, así como a Alejandro Alcántara, por su apoyo para compartir esta enternecedora historia.

Redactor: Luis Roberto González.

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