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Omar Cerezo

Existe un concepto conocido como

tendencia histórica

que nos hace referencia a aquellos procesos sociales que se conducen, irremediablemente, hacia una trayectoria sin retorno y a la que, aquellos que no se insertan en ella, quedan relepgados en la historia; ejemplos de movimientos de tendencia histórica hay muchos en la humanidad; las sociedades sedentarias son un ejemplo; las religiones monoteístas son otro; la creación de los Estados es uno más, o la división del poder público otra.Hoy, simplemente no podríamos concebirnos como grupos tribales yendo y viniendo de un lado a otro sin un asentamiento fijo, sin un sistema de organización social en que un gobierno establezca las reglas básicas de convivencia con contrapesos.El comercio es una de esas tendencias históricas que, en la organización social, se presentó de manera muy temprana para la humanidad; es tan antiguo que antecede a las civilizaciones. Cuando los grupos nómadas transitaban por zonas donde otro grupo humano se asentaba, para continuar su tránsito, debían intercambiar un excedente de lo que recolectaban, ya sea granos, pescados, carne; ese intercambio también favorecía la convivencia y la transculturación, una especie de mestizaje.Y es que el comercio resulta tan importante como la misma preservación de nuestra especie que se caracteriza por ser social, el comercio inhibe el conflicto por acaparamiento y estimula la innovación en la comunicación, de ahí su importancia estratégica y, como tendencia histórica, si un día desaparecieran los Estados e incluso la misma economía, el comercio sería de las pocas cosas que sobrevivirían a un gran cataclismo social.

Comercio viene del latín commercium

y refiere a la compra y venta de mercancías por com (en conjunto) y merx (mercancía) y no podemos identificar una sola sociedad humana en la tierra que esté ajena a los mecanismos de intercambio de mercancías, las que sean, incluso lo que es escatológico si consideramos que la miel es vómito de abeja o que las tripas que comemos contenían los excrementos de otras especies, todo es susceptible de intercambiarse.Por eso, el comercio y sus rutas de tránsito eran tan vitales que, a su interrupción, se desencadenaron guerras o se establecieron nuevas rutas comerciales; si no es por el comercio, el continente americano no habría sido descubierto por los europeos, aunque en realidad, los pueblos americanos no necesitaban a los europeos porque ya practicaban el comercio, no obstante, desde el principio podemos considerar al comercio con su etiqueta de inter-nacional, porque se intercambian bienes que siempre serán ajenos a lo que nos rodea en donde nacimos, la nación.Es también el comercio, el origen práctico de los Estados y de los Estados nacionales, porque para asegurar la protección de la vida y propiedad de los habitantes se necesitaba una organización que garantizara esa protección, pero el hecho de asociarse -construir una sociedad- permitía la unificación de los esfuerzos productivos para poder competir y comerciar con pueblos más poderosos.Como podemos ver, hay una tendencia histórica acerca del comercio que apunta a ser creciente y a una mayor incorporación de núcleos humanos, he hecho y yendo más allá de los estados nacionales que comercian, el comercio multilateral se puede establecer después de la imperiosa necesidad europea de resolver sus carencias después de la Segunda Guerra Mundial, mediante la asociación de países; la Comunidad Económica del Carbón y del Acero que Konrad Adenauer impulsó, fue el germen de la Comunidad Económica Europea y a la postre, de la Unión Europea, bloque tan importante, que obligó a los países competidores a buscar la conformación de bloques económicos como el Mercado Común Centroamericano de 1960, la Asociación de Naciones del Sudeste Asiático en 1967, el Mercosur en 1991, la Comunidad del Desarrollo del África Austral en 1992, la APEC en 1993 y el Tratado de Libre Comercio de América del Norte en 1994, regiones del mundo que comercian sin aranceles, sin controles al libre tránsito de mercancías y una manera eficaz de competir con grandes conglomerados de producción mundial.Y cuando la tendencia parecía irreversible, la variable humana detonó una amenaza de contra-tendencia, porque la primavera árabe devino en conflictos intestinos en los países islámicos, lo que tuvo como consecuencia la migración de refugiados y el temor, en diversas regiones del mundo, a recibir a personas prejuzgadas por sus creencias religiosas como terroristas, además de la amenaza de competir por los puestos de trabajo en los países con bloques comerciales. Se alteró la tendencia.No fue la crisis económica de 2007-2009 la que originó el Brexit, sino el temor de los británicos a los inmigrantes que, se convirtieron en los chivos expiatorios de una parranda económica que unos cuantos habían creado en el mundo, ese temor a los de fuera, cundió como epidemia por el mundo e hizo resurgir al fantasma del nacionalismo exacerbado en España, Francia, Italia, Alemania, Austria, Holanda, Polonia, Rumania, Estados Unidos y México, tan riesgoso porque pretende anular a los humanos porque no son de la misma condición que los demás y cuyas consecuencias más nefastas vimos durante la Segunda Guerra Mundial.Lo que los británicos hicieron fue una irresponsabilidad por apatía y por ignorancia y las generaciones productivas de esa nación, como dice Ríos Piter, perdieron de la noche a la mañana 27 nacionalidades, 27 oportunidades más de trabajo, 27 alternativas de residencia, 27 destinos turísticos y 27 oportunidades de formar una familia, entre otras; lo mismo podría suceder con Cataluña, con la diferencia de que los catalanes podría perder las mismas oportunidades pero 28 veces y quedarían completamente aislados y condenados a la pobreza.Al parecer el resto de Europa está aprendiendo la lección y ese germen ultra nacionalista se ha contenido en Alemania, Holanda, Francia y Austria, pero en Estados Unidos, la elección de 2016 volvió a demostrar que los pueblos no están preparados para ejercer la responsabilidad ciudadana en el ejercicio democrático.Los votantes compraron el discurso nacionalista y anti sistémico de Donald Trump que rechaza a los mexicanos, a los árabes, a los asiáticos y a todo lo que tenga que ver con la integración económica.El problema es que, como sus promesas de campaña han fracasado en los hechos, recurre al sentido nacionalista de su base para reivindicarse y cada que el círculo cercano a su gobierno queda en entredicho, ya sea por su incapacidad para la administración pública o por la investigación de que es sujeto por sus vínculos con los intereses del gobierno ruso, siempre recurre a la amenaza a México, ya sea con el muro en la frontera o con la disolución de Tratado de Libre Comercio.Pero para dilucidar si el TLC está en vilo o goza de cabal salud, hay que entender la psicología de Donald Trump y se comprenderá su juego. No hay que ser un experto psicólogo, sino sólo seguir sus formas y estilos de negociación en el terreno de sus actividades empresariales, para darnos cuenta de que el un buleador, que eleva las apuestas espantando a su contraparte para ponerlo en vulnerabilidad y así cuente con la capacidad de poner condiciones a su favor.Ya los agentes productivos en Estados Unidos se han dado cuenta que es un grave error salir del TLC, porque se perderían de la noche a la mañana 20 trillones de dólares, la región dejaría de aportar el 28.2% del PIB mundial y Estados Unidos sólo quedaría con 7%, se habría perdido la capacidad de competir en igualdad de circunstancias con 28 países europeos y 13 asiáticos a la vez, se perdería el 15.4% del comercio en el mundo entero, los agricultores estadounidenses perderían mercados y se tendrían que quedar con los altos precios de sus granos locales, la cara mano de obra ofrecería productos de menos calidad al mundo y con precios más elevados que perderían atractivo frente a la competencia asiática y europea y se revelaría que Estados Unidos ya no es el gran país de los años treinta, industrioso, pujante y emprendedor, para haberse convertido en un pueblo parasitario que sólo consume pero produce poco y mal, Estados Unidos se habría salido de la tendencia histórica y cuando eso pasa, los imperios implosionan como implosionaron Babilonia, Roma, Bizancio o el Anáhuac.Si bien, Estados Unidos ya está en decadencia, aún no está cerca su caída como imperio y Trump no será testigo de la implosión, pero sí uno de sus aceleradores, sin embargo, en lo que respecta al TLC, la lectura que puedo dar es que, fiel a su estilo, está negociando con amenazas, tratando de sacar una ventaja como negociador, porque un día amaga con abandonar el tratado y al día siguiente afirma que las negociaciones van por buen camino.De hecho, la presencia de Trump en el foro de Davos ya es, de suyo, una señal que debe leerse bien, porque si bien parece una sinrazón que en un foro económico mundial que promueve el libre comercio internacional y la integración económica, alguien se presente a defender medidas proteccionistas, se hizo presente; hubiera sido más peligroso para Norteamérica y el mundo que Trump no hubiera asistido bajo el argumento de que no cree en el comercio multilateral.Otra lectura que puedo dar es que, de cuánto ceda el gobierno mexicano en la negociación, dependerá el apoyo o no que el gobierno estadounidense le pueda dar al PRI de cara a las elecciones de julio, Trump le debe un favor al PRI y ante la incertidumbre, mantener en vilo al TLC es una manera de poner nerviosos a los agentes económicos que preferirían la estabilidad de un Jorge Meade que la incertidumbre de un Andrés Lópz, pero hay un detalle que sale del control de ambos gobiernos y es que no es un acuerdo entre regímenes, sino que los gobernantes, con la ratificación de sus respectivos órganos legislativos, sólo garantizan la base jurídica para que los particulares y los agentes económicos puedan comerciar con libertad, de manera que, si en Canadá, Estados Unidos y México, las libertades democráticas son sanas, quién llegue a gobernar, los tiene sin cuidado.La última gran señal es que Trump, en su primer informe sobre el estado que guardia la Unión, no atacó al TLC como algunos pronosticaban, de hecho, ni mencionó el tema y esa es la mayor tranquilidad y estabilidad que se puede ofrecer a la región, Trump no puede salirse de la tendencia histórica, hacerlo es un suicidio.Hoy los tres países necesitan del TLC y por ello le auguro cabal salud y una modernización necesaria, pero durante un tiempo seguirá siendo la piñata de Trump para sacar su propia ventaja, romperlo es salirse de la tendencia histórica y el gran perdedor sería Estados Unidos, porque Canadá y México siguen en la tendencia de los acuerdos globales, especialmente en el marco del Acuerdo Transpacífico, que si incorpora a China en la ecuación, entonces sí será el primer clavo del ataúd estadounidense hacia el fin de su imperio.

Omar Cerezo

Analista y consultor político

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